El 28 de febrero de 2002 ETA intentó asesinar a Esther Cabezudo mediante la detonación de una bomba oculta en un carro de la compra. Ese día, Cabezudo y su escolta decidieron circular por la acera contraria a la que lo hacían normalmente, motivo por el que salvaron la vida. Ella, su escolta y otras 18 personas resultaron heridas por la explosión.

DATOS PERSONALES:

Nombre: Esther Cabezudo.

Edad: 65 años.

Situación familiar: Soltera, sin hijos.

Profesión:

COLECTIVO: Políticos


HECHOS:

-El 28 de febrero de 2002, ETA intentó asesinar a Esther Cabezudo mediante la detonación de una bomba de 20 kilos de titadyne oculta en un carrito de la compra que los terroristas colocaron en una de las calles por las que se dirigía habitualmente al trabajo.

-Ese día, Cabezudo y su escolta decidieron circular por la acera contraria a la que lo hacían normalmente, motivo por el que salvaron la vida.

-Ella, su escolta Iñaki y otras 18 personas resultaron heridas por la explosión.

- El pasado 18 de marzo de 2011, la Audiencia Nacional condenó a 377 años de prisión a los autores del atentado por el intento de asesinato de Cabezudo.

CONSECUENCIAS:

“Yo, hasta un año antes del atentado, me había resistido mucho a llevar escolta. A la mayoría de concejales de PP y PSOE ya les habían asignado escolta, pero yo no quería. Hasta que en 2001 el Gobierno de Aznar dijo que todos los concejales teníamos que llevar protección. La decisión de aceptar la escolta era como decidir ser o no ser concejal. Y decidí aceptar ir protegida, porque si no, no iba a poder seguir ejerciendo mi labor en el Ayuntamiento de Portugalete. Y fue con ese primer escolta que me pusieron en 2001  con quien tuve el atentado”.

“Hasta el atentado, yo, aunque ya iba escoltada, no tenía miedo a salir a la calle, ni a hacer lo que tuviera que hacer. Nunca pensé que alguien fuese a atentar contra mí. Yo siempre he sido una persona de izquierda, he luchado por la libertad y la democracia de este país. Estos que atentaron contra mi, chavales que no llegan a los treinta años, que han vivido toda su vida en democracia, que no saben lo que es una dictadura… nunca pensé que pudieran atentar contra mi. Pero lo hicieron. Para mi fue terrible”.

“El atentado me cambió la vida. Cambiaron mis rutinas, mis relaciones sociales,  mi familia… todo. No podía salir a la calle cuando o como yo quisiera. Tuve que empezar a salir de Euskadi para liberarme un poco de la presión del ambiente y de la escolta. Me quedaron secuelas físicas y psicológicas. Me sacaron del cuerpo tres trozos de metralla grandes; tengo otros veintidós trozos alojados en el costado derecho de mi cuerpo y que los médicos, por la profundidad de las heridas, sólo me quitarán si algún día me molestan demasiado. Además, tengo una pérdida de audición del 60% en el oído derecho y del 40% en el izquierdo. A parte de esto, tengo unos zumbidos continuos en los oídos que en ocasiones hasta me despiertan por la noche, además de unos vértigos por los que estoy en tratamiento”.

“Para mi familia, esto fue un shock terrible. En mi familia somos una piña. Somos gente de izquierdas, que ha luchado por la libertad y contra el franquismo. Yo tengo un hermano que estuvo en la cárcel por ser socialista, y para ellos, que intentaran asesinarme fue un shock tremendo. Tanto la familia, como los amigos y compañeros, incluso mis vecinos, me han apoyado. Ese apoyo de mi familia y de la gente es lo que me ha animado a tirar para adelante, a seguir con mi vida”.

“También recibí muestras de apoyo por parte de los otros grupos de la corporación municipal de Portugalete de aquel momento, apoyo que reconozco y agradezco, porque se portaron bien conmigo, demostraron ser buenas personas. Los de HB no condenaron el atentado, claro. Ellos bajaban la cabeza cada vez que nos cruzábamos. Incluso hoy en día me produce una sensación muy desagradable cruzarme con ellos por la calle”.

“A los tres meses del atentado me dieron el alta y volví a trabajar. Yo vivo en la parte alta de Portugalete, y tenía la costumbre de bajar al Ayuntamiento andando. Después del atentado me llevaban en coche. Retomé mis labores como teniente de Alcalde, pero a los 4 o 5 meses tuve una recaída. No podía trabajar, tenía la tensión altísima por el estrés postraumático. Me costaba muchísimo bajar al Ayuntamiento, por miedo, por lo que fuera, pero me costaba mucho, mi cabeza no podía con más, y lo pasé mal.  Tuve que estar con psicólogos y psiquiatras porque no estaba bien. Después de aquello volví a trabajar, hasta que en 2004 lo tuve que dejar definitivamente; me quedé de baja de nuevo y, finalmente, me dieron una incapacidad permanente. Lo dejé todo, dejé mi cargo de teniente de alcalde y mi acta de concejala. Aquella actividad pública se terminó. Ahora colaboro en la agrupación local del partido aquí en Portugalete”.

“Intentaron matarme en febrero del año 2002, hace ya nueve años, y es ahora cuando han sido juzgados los autores del atentado. El juicio lo he vivido muy mal, con muchos nervios y mucho estrés. Es una situación muy dura. Yo he ido de testigo, junto con el escolta que me protegía en aquel momento y que también salió herido. Es algo que hay que hacer; tienes que ir a dar la cara y colaborar con la justicia para que se aclare todo, y si tuviera que volver a hacerlo lo haría, pero es desagradable. Es desagradable contestar a las preguntas que te hacen, revivir el atentado. Resulta violento oír a los acusados, a los que afortunadamente no veía porque teníamos un biombo en medio, hablar e incluso hacer risas entre ellos durante el juicio. Es una situación muy desagradable”.

“A veces me cuesta hablar del atentado. Pero tengo grabado en la retina todo lo que ocurrió en aquellos momentos como si hubiera ocurrido hace cinco minutos. Recuerdo perfectamente cómo salimos de casa, cómo bajábamos la calle… lo tengo todo clarito.”