El mundo próximo a ETA colocó dos artefactos caseros en la puerta del despacho profesional de José Manuel Ros. En ambas ocasiones, solo hubo que lamentar daños materiales provocados por las explosiones. El 24 de marzo de 1999, José Manuel Ros decide dimitir y abandona su cargo municipal para anteponer la tranquilidad de su familia. Harto de la situación política y buscando una mayor tranquilidad, en 2001, él y su familia se trasladan a vivir a Barañain (Navarra), donde siguen residiendo.

DATOS PERSONALES:

Nombre: José Manuel Ros Morales

Edad: 55 años (1956)

Profesión / Cargo: Abogado / Ex Segundo Teniente de Alcalde y concejal de Bienestar Social por el PSE-EE en el Ayuntamiento de Ordizia (Gipuzkoa).

Situación familiar: Casado. Dos hijos.

Lugar de procedencia: Nacido en Murcia, ha vivido en Lazkao (Gipuzkoa) desde que tenía unos pocos meses de vida. También ha vivido en otras localidades del Goierri guipuzcoano como Ordizia y Beasain. En la actualidad reside en Barañain (Navarra).

COLECTIVO: Políticos.

HECHOS

- El 9 de enero de 1999, un artefacto casero explotó en la puerta del despacho de abogados de José Manuel Ros, concejal en Ordizia (Gipuzkoa) por el PSE-EE. El despacho estaba situado justo debajo de su vivienda.

- Dos meses después, el 15 de marzo de 1999, el mundo próximo a ETA vuelve a colocar un artefacto casero en la puerta del despacho profesional de José Manuel Ros. En ambas ocasiones, solo hubo que lamentar daños materiales provocados por las explosiones.

- El 24 de marzo de 1999, José Manuel Ros decide dimitir y abandona su cargo municipal para anteponer la tranquilidad de su familia.

- Harto de la situación política y buscando una mayor tranquilidad, en 2001, él y su familia se trasladan a vivir a Barañain (Navarra), donde siguen residiendo.

CONSECUENCIAS

“En el País Vasco hemos estado sufriendo de siempre. Con gestos, te miran mal, te hacen esto… Yo tengo un despacho de abogados pequeñito en un pueblo pequeño (Ordizia, Gipuzkoa) donde trabajo de cara al público y cuando te significas ya sabes que hay gente que no comparte. Cada uno es libre de compartir o no compartir las ideas de uno”.

“En 1983 me colegié como abogado, de lo que he trabajado toda la vida. Antes de entrar como concejal en el Ayuntamiento de Ordizia, mientras estuve y después. Ordizia es un pueblo pequeño en el que nos conocemos todos y cuando te estás significando y protestas, por ejemplo, cuando al Alcalde le pusieron un artefacto cerca de casa, sabes que algunos comentarios te va a tocar escuchar y que hay gente que si te pudiera hacer daño te lo haría. Pero, sinceramente, yo la situación en el País Vasco la sentía más agobiante porque me parece injustísimo que a la gente le pueda pasar cualquier cosa por una opinión política. Me parecía asfixiante e insufrible para cualquier persona que tuviera sensibilidad”.

“Yo creo que cuando hay una persona que está sufriendo la lacra de terrorismo, lo sufrimos todos, pero el momento en el que la situación me afecta más a nivel personal es cuando entré en el Ayuntamiento de Ordizia como concejal del Partido Socialista. Comenzaron las presiones, alguna llamada o alguna cosa. El punto de inflexión es cuando me ponen un artefacto en la puerta de mi despacho de trabajo. Además, coincide que en aquel tiempo yo vivía justo encima. Vivía en el primer piso y el despacho estaba en la planta baja”.

“Llevaba ya algo más de tres años y medio de legislatura en el Ayuntamiento. Era un viernes por la tarde, casi a la noche. Oímos un fuerte estruendo y yo, desde el primer momento, me temí que era en el despacho. Bajé, estaba ardiendo la zona de al lado de la puerta y entre un vecino y yo lo apagamos. Tenemos un concepto distorsionado de lo que es un artefacto casero. Su explosión reventó el marco de la puerta y, si pilla a alguien, se lo lleva por delante. Pocos minutos antes habían estado jugando niños en la zona, donde cerca hay una cafetería. Si llega a pasar un niño en aquel momento, no estaríamos hablando de que me han quemado una puerta, me la paga el seguro y ahí se ha terminado. Estaríamos hablando de que habría pasado algo irreparable”.

“Era una cosa que sí se me había pasado por la cabeza, pero en aquel momento ETA había declarado una tregua sui géneris de las suyas. La preocupación siempre la tenía pero tampoco era algo que me agobiara, porque sabía en qué pueblo y con qué gente estaba”.

“La primera vez que me pusieron un artefacto pensé que ya me había tocado y se había pasado. Lo único que me preocupó mucho fue la situación de mi mujer, a pesar de que se lo tomó mucho mejor de lo que yo pensaba que lo haría si ocurría una cosa de estas. Llevábamos muchos años casados y es una persona que trabaja mucho, por lo que en cuanto a la noche metía un pie en la cama, se dormía en seguida. Después de aquello me di cuenta de que dormía peor, y es bastante duro no saber qué decir para tranquilizarla”.

“Lo que cambió todo fue cuando, dos meses después de la primera explosión, llegó la segunda explosión. Al final llegas a la conclusión de que, como dice el dicho, cuando un tonto aprende un camino, no se sabe si el tonto coge el camino o el camino al tonto. Yo era un objetivo fácil y muy goloso. Estaba en la calle y podían controlar perfectamente dónde o cómo estaba. Decidí que ya no valía la pena exponer a mi familia ni sacrificar la tranquilidad de los míos. Yo estaba ahí para ser concejal, pero no para ser héroe, que en esta tierra te piden que seas héroe más que persona”.

“Decidí de forma muy clara desde el primer momento que, sintiéndolo mucho, me apartaba y dimití de mi cargo municipal. De todas maneras, las elecciones iban a ser pocos meses después y compañeros del partido me estaban tanteando para seguir. Yo no lo tenía claro porque tengo un despacho pequeño, prácticamente trabajo solo y el trabajo en el ayuntamiento me quitaba muchas horas. Nunca he vivido de la política y no tenía claro continuar. Mi mujer tenía claro que no quería que siguiese, incluso antes de que sucediese lo de los artefactos. Cuando pusieron la segunda bomba decidí que hasta ahí llegaba. He seguido en Gesto por la paz y manifestando mi opinión y no tragando determinadas cosas de esta gente, pero no estaba dispuesto a seguir así. Por lo menos para mí se hizo bastante insoportable saber que gente con la que te cruzas por la calle es la que ha dado tu nombre o te ha puesto en el disparadero”.

“Antes de que sucediera todo esto ya teníamos pensado movernos de Ordizia. Pensamos en poner distancia y al final nos vinimos a Pamplona, donde estamos encantadísimos, nunca hemos tenido ningún problema, mis dos hijos (en aquella época tendrían 15 y 17 años) se adaptaron muy bien y hoy día no se plantean moverse para nada. Estamos muy felices de estar aquí, pero en aquel momento sí que te trastoca. Entonces yo tendría 45 años y representa un palo moverte por esas circunstancias”.

“En aquel momento estábamos en aquella especie de tregua que hicieron. Lo que me he preguntado en alguna ocasión es qué podría haber pasado si no hubiéramos estado en tregua, si a algún descerebrado se le hubiera ocurrido decir que yo era un objetivo fácil porque sabían dónde estaba. Le das vueltas a lo que podría haber pasado pero también, a fin de cuentas, nosotros vivimos tranquilos. A mucha gente se les partió la vida del todo y a nosotros nos la modificó un poco”.

“Al entrar en el Ayuntamiento la presión se incrementó. Una de las cosas que más me fastidia es que también personas de mi familia y cercanas a mí bajasen la plaza a protestar cuando a mí me pusieron la bomba. Yo creo que hay que bajar cada vez que se produce una injusticia. Todos tenemos familia y sueños, y cuando se ataca a alguien no se puede mirar a otro lado. Hay que dar la cara y, por lo menos, decir que eso no está bien. Yo no quiero que  para que un familiar ‘X’ baje a la plaza a protestar me lo hayan tenido que hacer a mí; me hubiera gustado que hubiera estado conmigo cada vez que pasaba una cosa. Cuando en un pueblo de siete mil habitantes bajas a protestar por las injusticias, te cuentan. Pero si bajaran cinco mil, se contarían los que no están. Es lo que no se ha hecho nunca en el País Vasco, donde unos hemos tenido una lucha en solitario frente a otros y frente a muchos que miraban para otro lado”.

“Además de la explosión de los dos artefactos, amenazas en alguna ocasión y alguna llamada insultante también he recibido. En el Ayuntamiento también he tenido que enfrentarme a situaciones desagradables con gente que solo veía lo suyo y que nunca reconocerá absolutamente nada. Se me había pasado por la cabeza que podría suceder alguna cosa, pero a la vez yo no me he sentido más presionado cuando estaba en el Ayuntamiento que mucho tiempo antes cuando decidí que me iba a posicionar en contra de una determinada situación y a decirlo abiertamente”.

“Lo más opresivo es la situación que se ha dado durante muchos años en el País Vasco. La gente tiene miedo a hablar, no reacciona ante determinadas injusticias… No creo que la mayoría de la gente sea mala, sino buena. Pero sí creo que el miedo es libre y la gente en el País Vasco ha optado, desde mi modesta opinión, por mirar hacia otro lado. Eso ha permitido que se haya mantenido durante muchísimo tiempo una situación de injusticia que se hacía bastante insoportable. Sé de gente que no viene a tu comercio porque piensas de una manera. Me parece bien que vaya donde y con quien le dé la gana, pero lo que no puede ser es amenazar, presionar ni tratar de humillar ni nada”.

“Soy nacido en Murcia, pero con seis meses mi padre vino al País Vasco. He vivido en Lazcano toda mi vida. He tenido despacho en Beasain y Ordizia. He estado toda mi vida vinculado con el Goierri, una zona de pueblos pequeños donde nos conocemos todos. Yo estaba en el Ayuntamiento cuando, por desgracia, mataron a Isidro Usabiaga, un empresario de Ordizia. Encima les tienes que ver la chulería de, con el cuerpo caliente aún, ponerse delante del Ayuntamiento haciendo juergas y mofas. Es increíble. Nos conocemos todos y sabemos quiénes eran y quiénes somos. Llegan momentos en que se hace absolutamente insufrible tener que convivir con esa gente que sabes que están deseando que te mueras. Como anécdota, recuerdo que en Lazcano, el día del referéndum para aprobar la Constitución, ellos estaban en la puerta del colegio electoral. Estaban haciendo lista de las personas que íbamos a votar. Eso es impensable en otros sitios”.

“Cuando yo me significaba públicamente no afectó a mi vida familiar. Mi mujer, hijos y yo siempre hemos coincidido mucho en la forma de ver la vida y de sentir determinadas cosas. Aunque la angustia no te la quita nadie. Lo que tal vez hubiera generado tensión sería si yo hubiera decidido seguir en política, pero tenía muy claro que para mí lo más importante era la familia y que no la iba a exponer a más situaciones de riesgo”.

“Como decía, los artefactos caseros no son un juguete, no quería exponer a mi familia y mi mujer estaba encantada (por la decisión de dejar la política). Decidimos que nos íbamos a mover. Nos tomamos nuestro tiempo, analizamos situaciones, etc. Por suerte, estando a esta distancia, no tengo ningún problema para mantener mi despacho. Me ha afectado porque antes vivía justo encima del despacho y ahora tengo que hacer todos los días 80 kilómetros. Es lo que hay. Al final afecta, pero en la vida familiar y personal prácticamente no nos ha afectado”.

“A mí me parece triste que personas que me conocen y saben cómo soy, para darme ánimos, esperaran casi a estar a escondidas. Salvo algunas excepciones, la mayoría de personas de mi entorno social y familiar me dieron un gran apoyo y no tuve problemas. Algún caso aislado sí que hubo de personas que pensaba que tenían más coraje, valor y sentido de lo que es correcto, pero son situaciones que te encuentras siempre alguna en la vida. De todas formas, la mayoría de la gente que me conocía y me apoyaba me siguió apoyando y la mayoría de la gente que yo sabía que no podía contar para nada con ellos, efectivamente, se retrató”.

“Más de una vez he pensado lo que podría haber ocurrido si no hubiéramos estado en aquel momento en que hicieran aquella tregua. Mi mujer se empeñó en tomar más precauciones. Yo pienso que al final las cosas que tienen que pasar, pasan. Además tengo un tipo de trabajo en el que me llaman para pedir una cita y la doy, porque no sé ni con quién estoy hablando. Al final no puedes obsesionarte con que toda persona que te pide una cita es con intención de hacerte algo”.

“La decisión de marcharnos fue acertada. Ahora vivimos en Barañain, un pueblo grande al lado de Pamplona. Nos hemos hecho nuestro círculo de amistades porque llevamos aquí 10 años ya, pero es mucho más anónimo todo. No se respira ni la misma situación de tensión política en el sentido de que tú eres el enemigo ni hemos tenido nunca ningún roce ni enfrentamiento. No he sentido una sensación agobiante en el sentido personal, sino más bien en el sentido de que éramos una sociedad que estaba enferma. No se puede vivir así, acosando al contrario ni considerando enemigo al que no piensa como yo”.

- El 9 de enero de 1999, un artefacto casero explotó en la puerta del despacho de abogados de José Manuel Ros, concejal en Ordizia (Gipuzkoa) por el PSE-EE. El despacho estaba situado justo debajo de su vivienda.

- Dos meses después, el 15 de marzo de 1999, el mundo próximo a ETA vuelve a colocar un artefacto casero en la puerta del despacho profesional de José Manuel Ros. En ambas ocasiones, solo hubo que lamentar daños materiales provocados por las explosiones.

- El 24 de marzo de 1999, José Manuel Ros decide dimitir y abandona su cargo municipal para anteponer la tranquilidad de su familia.

- Harto de la situación política y buscando una mayor tranquilidad, en 2001, él y su familia se trasladan a vivir a Barañain (Navarra), donde siguen residiendo.