El 12 de mayo de 1980, ETA asesina en el Alto de Azkarate al industrial Ramón Baglietto. En el año 1962 Baglietto había salvado de morir atropellado a quien,  18 años después,  acabaría con su vida pegándole un tiro en la sien, el terrorista Kandido Azpiazu.  En 2004, Azpiazu y Zuazo son puestos en libertad tras pasar 12 años en prisión. El  pueblo de Azkoitia les recibe con un acto de homenaje y el Ayuntamiento les nombra hijos predilectos. En 2006, Candido Azpiazu abre una cristalería en los bajos de la casa donde reside la viuda, Pilar Elías.

DATOS PERSONALES: 

Nombre:  Pilar Elías.

Situación familiar: Viuda, 2 hijos y 4 nietos.

Edad: 68 años (1942).

Cargo: Concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Azkoitia desde 1985.

Lugar de procedencia: Azkoitia ( Guipúzcoa). 

 

COLECTIVO: Políticos.

 

HECHOS:

 – El 12 de mayo de 1980, ETA asesina en el Alto de Azkarate al industrial Ramón Baglietto. En el año 1962 Baglietto había salvado de morir atropellado a quien,  18 años después,  acabaría con su vida pegándole un tiro en la sien, elterrorista Kandido Azpiazu.

– 1995: Es elegida concejal de Azkoitia. También resulta elegido, por Herri Batasuna, uno de los autores materiales del asesinato de su marido, Juan Ignacio Zuazolazigorraga  (en ese momento en prisión a la espera de ser juzgado por esos hechos). El terrorista es trasladado desde la cárcel y participa en el acto de toma de posesión junto con la viuda. Ese mismo día es homenajeado por el pueblo.

– 1998: en enero es asesinado un compañero de partido que al igual que ella se había negado a llevar escolta. A partir de ese suceso empieza a llevarla.

– 1999: por primera vez,  las Fuerzas de Seguridad le comunican que han aparecido datos suyos en documentación de la banda terrorista. A partir de ese momento,  estas comunicaciones se producen de forma tan reiterativa que resulta imposible recoger ese dato de manera exhaustiva. Ese año recibe un paquete-bomba.

– 2004: Azpiazu y Zuazo son puestos en libertad tras pasar 12 años en prisión. El  pueblo de Azkoitia les recibe con un acto de homenaje y el Ayuntamiento les nombra hijos predilectos.

– 2006: Kandido Azpiazu abre una cristalería en los bajos de la casa donde reside la viuda, Pilar Elías. Puesto que la viuda se ve obligada a cruzarse todos los días con el asesino se suscita un intenso debate público que culmina con la decisión de la Audiencia Nacional de ordenar el embargo del negocio para que Azpiazu haga frente a las indemnizaciones que correspondían a la viuda e hijos del asesinado*, las cuales no había satisfecho hasta el momento,  ya que decía ser insolvente. Ante la manifestación pública de la viuda de rechazo, sus vecinos convocan un acto de desagravio a Aspiazu. Además,  el propio Ayuntamiento,  del que ella forma parte,  celebra un Pleno de apoyo y desagravio.

– 2008: Azpiazu y Zuazo reconocen en un reportaje emitido en televisión no sentir ningún remordimiento por el asesinato cometido.

– 2008: Se procede a la subasta de la cristalería y la esposa del asesino se hace con el negocio, abonando por él al Estado una cantidad que no cubrió la totalidad de la indemnización que el terrorista debía  haber satisfecho**.  

CONSECUENCIAS:

 “Siempre me ha interesado la política,  pero antes de que pasase todo yo vivía al margen de ella, dedicada exclusivamente al cuidado de mis dos hijos,  que entonces eran muy pequeños. Sin embargo,  cuando asesinaron a mi marido todo cambió. Decidí dedicarme a continuar, tanto su obra como también, después, la de su íntimo amigo,  José Larrañaga, asesinado,  tras dos intentos fallidos, en 1980.”

“A Ramón lo asesinan los Comandos Autónomos Anticapitalistas, porque, según decían en el comunicado en el que reivindicaban el atentado, era íntimo amigo de Marcelino Oreja. Afortunadamente,  al segundo día fueron detenidos los dos autores materiales de los hechos, pero el comando estaba formado por cinco personas. Ellos fueron los que dispararon contra su coche cuando iba conduciendo,  hasta que consiguieron que se estrellase contra un árbol. Después se acercaron y le remataron disparándole a bocajarro”.

“Estos dos eran Kandido Azpiazu, que fue quien le pegó el tiro en la nuca, y Juan Ignacio Zuazolazigorraga. Los otros tres huyeron de España. Uno de ellos murió tiempo después y el otro, Luis María Lizarralde, estuvo huido un tiempo en Sudamérica. Tras haber cumplido condena en Francia, lo extraditaron a España. Cuando estaba detenido y pendiente de celebrarse el juicio contra él,  Herri Batasuna lo presentó en su lista para el Ayuntamiento de Azkoitia. Eran las elecciones municipales del año 1995. Salimos elegidos los dos. Le trasladaron desde la prisión para el acto de toma de posesión. Cuando llegó ese día fue algo horroroso, era sentar a la víctima y al verdugo a la misma mesa. Además,  el encargado del propio ayuntamiento nos puso literalmente  uno al lado del otro. Yo estuve sola, no me acompañó nadie. Fue terrible. Hasta las escaleras estaban llenas de gente.  El salón de plenos abarrotado. Eran personas que iban a apoyarle. En el mejor de los casos había gente que estaba por puro morbo, por ver mi reacción frente a ese sinvergüenza. Fue muy doloroso y triste. No vino nadie a apoyarme, yo estaba sola porque los que podían apoyarme no fueron porque tenían miedo, estaba sola, sola. Además,  el Ayuntamiento habilitó una sala para que pudiese estar con su padre. Fue algo horroroso. Se le homenajeó y rindió honores de una manera absolutamente vergonzosa. Fue una vergüenza. Luego hubo una comida a la que él asistió. Yo estaba ahí”.

“Él había asesinado a mi marido y le homenajeaban a él y me insultaban a mí. Es una de las cosas más tristes que he vivido”.

“Además,  tenía que hacerme a la idea de que íbamos a tener que vernos en los plenos. Afortunadamente dos días antes del primero, salió la sentencia que le condenaba por el asesinato de mi marido a 22 años de prisión y ya no volvió. Pero ahora me he enterado a través de los periódicos de que le han traído a una prisión, aquí cerca,  y que goza de una serie de privilegios. Según parece,  le van a permitir estar durante periodos de tiempo fuera de prisión. ¿Qué voy a hacer yo si me lo encuentro por la calle?, ¿Cómo  pueden obligarme a encontrarme continuamente con los asesinos de mi marido en mi pueblo, cerca de mi casa, sin que ni siquiera hayan cumplido su condena ni se hayan arrepentido?. ¿Es que no es ya suficientemente cruel que tenga que ver todos los días al salir de mi casa a quien le remató?”

“El que está en Francia,  cuando termine su condena,  volverá a España. Todavía no ha sido juzgado por este asesinato. Yo estaré encima para que, cuando pase, se pida el alejamiento. Que mis hijos no se lo puedan encontrar por las calles. Ya está bien”.

“Pero no es justo, y tampoco lo es que nadie me haya avisado. Duele que a las víctimas no nos informen.  Este es un pueblo pequeño, como decía Aspiazu: yo me cruzo con ella a odas las horas. Ahora con la desgracia de que no me cruzo, lo tengo debajo de mi casa”.

“El día que asesinaron a mi marido en la empresa en la que trabajaba el padre de Cándido Aspiazu,  comentaron: “¿os habéis enterado de que han asesinado a Baglietto?” y él dijo: pero si es el que salvó a mi hijo. No puede ser, eso no puede ser. ¿Quién puede haber hecho algo así?. A los dos días se enteró de que había sido su hijo. A los pocos años murió de cáncer,  sin haber podido asumir lo que había hecho su hijo. Éste era un pueblo muy pequeño en el que todas las familias nos conocíamos. Una  crueldad más es que fue el propio primo de mi marido, Eugenio Etxebeste, Antxon, quien ordenó su asesinato”.

“Cuando salió de prisión se puso a trabajar en Azpeitia de carpintero, pero vivía aquí, en Azkoitia. En una entrevista que le hicieron por aquellas fechas en el diario “El País” le preguntaron: ¿tú conoces a Pilar Elías? Y él decía:  pero si coincido con ella todos los días. Yo, sin embargo,  no sabía quién era, no quería saberlo, vivía mejor así. Hasta que compró la cristalería que está en los bajos de mi casa. Recuerdo perfectamente que era Semana Santa. Yo me había ido unos días de vacaciones. A la vuelta me lo dijeron unas vecinas. Se me hundió el mundo. Ese día yo no sabía qué hacer. Toqué puertas, llamé a todos los sitios, las instituciones, a toda la gente que se me ocurrió para que me dijeran si eso podía ser. No daba crédito a lo que me estaba pasando, casi me volví loca. Así fue como vi por primera vez al asesino de mi marido”.

“Cuando esto sucedió el pueblo se me echó encima. Se le hizo un gran acto de apoyo de los vecinos en el pueblo y en mi contra por intentar que no pusiera su negocio debajo de mi casa. Además, el gobierno municipal del PNV celebró un pleno de apoyo y desagravio al asesino. A ese pleno sí que vino gente a apoyarme. También lo hicieron mis compañeros y los ediles del PSE-EE.  Sin embargo, recibí los insultos del resto de ediles y la agresividad de la gente del pueblo que allí se congregó. Mi propio pueblo me estaba insultando a la cara. Yo sólo quería no tener que cruzarme todos los días con la persona que asesinó a mi marido”.

“Él jamás ha demostrado arrepentimiento. En el año 1962 Ramón estaba en una calle de Azkoitia, cuando vio cómo una mujer con un bebé en brazos corría desesperada detrás de un niño que iba tras una pelota, sin ser consciente de que un camión le iba a arrollar. Mi marido pudo arrancar de los brazos de la mujer al bebé, pero no pudo salvar a la madre y a su hijo mayor. El bebé de once meses era Kandido”.

“Eso es un elemento más de esta historia de este hombre cruel. Fue condenado a 52 años de prisión,  pero a los 10 años le pusieron en libertad porque, entre otras cosas, dijo haberse arrepentido. Yo me enteré de su puesta en libertad porque me lo dijo una vecina que lo había oído por la radio. Se me hundió el mundo,  no estaba preparada para eso. Nadie me avisó de que eso fuese a suceder. Les pusieron en libertad tanto a él como a Zuazolazigorraga. Fueron recibidos en el pueblo como héroes y el Ayuntamiento les nombró hijos predilectos”.

“A mi marido nunca se le rindió un homenaje,  ni ningún otro tipo de reconocimiento. Esa fue otra de las cosas que  en la familia se nos quedó muy grabada. Nunca hablamos de eso porque es muy doloroso. Yo creo que sobre todo para mis hijos”.

“El tener que cruzarme cada día  con él,  me supone un disgusto diario, pero lo supero. Lo peor es lo que me ha afectado y lo que he perdido de mis hijos. Cuando él puso la tienda abajo,  mis hijos ya no quisieron volver a vivir aquí.  Se fueron de mi lado, no soportan acercarse aquí. Hace poco he tenido que hacer unos arreglos en casa, y  mi hijo me dijo: ama,  yo te hago los arreglos, pero en domingo, cuando la tienda esté cerrada. Y eso que yo intento proteger a mis hijos y no quiero decirles nada”.

“Yo no quiero que sepan nada. Ellos no saben cómo intenta provocarme. Su mujer dice que soy una chula porque voy con la cabeza muy alta. Pero,  ¿qué se han creído?, ¿Encima voy a tener que agachar la cabeza? Cuando mis hijos supieron lo que iba a pasar con Azpiazu dijeron que no querían vivir viéndole todos los días y se fueron. Fue un abandono del hogar por no querer ver al asesino de su padre. Yo me quedé sola”.

“Cuando ya llevaba dos años con ese negocio, una cadena de televisión, Telecinco, emitió un reportaje grabado con cámara oculta en el que tanto él como Zuazolazigorraga reconocían con absoluta claridad que no estaban en absoluto arrepentidos de haber asesinado, e incluso me insultaban,  él y su mujer. Toda España lo vio. ¿Es justo que tenga que vivir con esto?”

“El entramado terrorista está totalmente presente en mi entorno. Por ejemplo, por ser industriales,  dos hermanos míos han tenido problemas, ya que se les ha querido extorsionar con el pago del impuesto revolucionario. Por parte de la familia de mi marido,  además del caso de su primo Antxon, hay otras personas que pertenecen a ese entorno,  como la abogada de etarras,  Ainhoa Baglietto”.

“Llevo escolta desde el asesinato de mi compañero y amigo Iruretagoiena en enero de 1998. Tanto él como yo nos habíamos negado a llevarla. Los dos habíamos vivido siempre en nuestro pueblo, nos comunicábamos siempre en euskera, nosotros decíamos: tú y yo,  que más vascos no podemos ser, que sólo hablamos en euskera, a nosotros no nos va pasar nada. Fue a su funeral a donde acudí por primera vez con escolta. Podía haber sido yo”.

“En el pueblo hay muy buena gente que me apoya, lo que pasa es que no se atreven a pararse conmigo en la calle porque,  si lo hacen, quedan marcadas. Por ejemplo,  hay una mujer que es amiga mía y siempre me ayuda cuando llegan las elecciones, ya que yo, por la situación que se vive,  aquí no puedo hacer campaña electoral y tengo que ir dando los programas y las papeletas  a escondidas. Pues,  por ayudarme,  hace cinco años le pusieron en la puerta de su casa un artefacto casero para que estallase cuando abriese la entrada.  La Ertzaintza le dijo que había sido un milagro que se salvase. Se lo pusieron por ser mi amiga, por ayudarme”.

“La gente tiene miedo, las cosas han cambiado institucionalmente, pero en estos pueblos pequeños, que es donde nació y de donde se nutre ETA,  la gente no ha cambiado. Sigue habiendo pancartas, pintadas, amenazas, siguen llamando txakurras a mis escoltas… Esto está pasando ahora mismo.”

“De vez en cuando paso temporadas en Zarautz para evitar problemas. Mi hermana se ha tenido que ir a vivir fuera por esta situación. No cuento cosas a mi entorno familiar, tengo que tener cuidado para que no tengan problemas con ese mundo, para que no se enfrenten con esa gente, porque nosotras, las víctimas, no somos como ellos. Me revienta que tenga que ser yo quien tenga que evitar sitios para que no haya problemas. Es injusto que las víctimas seamos las que tengamos que buscar que no haya enfrentamiento”.

“Por ejemplo,  hoy iba a ir con toda mi familia, con mis nietos,  a la playa. No he podido ir porque estaban los familiares de los presos paseándose con sus fotos por la playa. Yo debería estar allí con la cabeza bien alta y decirles algo cuando pasen por delante de mí  con las fotos de asesinos. Pero no, soy yo quien les tiene que evitar. ¡Qué triste que siempre tengamos que ser las víctimas quienes tengamos que retirarnos!”

“Yo voy a seguir hasta que tenga fuerzas, me voy a mantener al pie del cañón. No puedo soportar tanta injusticia. Me gustaría que la gente se diera cuenta de que esto no puede ser, que nos han hecho y nos están haciendo mucho daño, y que la indiferencia de la gente nos duele mucho más. Yo creo que, a día de hoy, si se repitiera la situación que viví con Lizarralde en el ayuntamiento,  yo volvería a estar sola por el miedo que hay. Yo creo que hay gente de mi ideología y de otras que está harta, pero hay miedo y no se atreven a manifestarlo. No hay una casa en Azkoitia donde no haya un miembro de ETA o de su entorno. Muy pocas familias están limpias y eso pesa mucho, nos hace mucho daño”.

“He aparecido en muchas listas de ETA. La primera vez que me avisaron creo que fue en 1999, cuando me iba a presentar por segunda vez a unas elecciones. Además, en la víspera de que esto sucediera, pusieron fotos mías por todo el pueblo amenazándome. Una persona que me conocía y me apoyaba mucho fue por el pueblo arrancándolas, y tuve que decirle que no lo hiciese. No quería que, por mi culpa, le pasase nada. En otra ocasión,  sucedió durante unas vacaciones de verano, estando en Alicante con mi hermana, me llamaron para contarme los nuevos datos que habían aparecido sobre mí.  A mi hermana le mentí, le dije que era una llamada de trabajo”.

“Jamás he dicho a nadie nada de lo que me comunicaban o, en general, de lo que me sucedía. En una ocasión me llamaron de una comisaría de un pueblo de Guipúzcoa. Me comunicaron algo grave, les dije que sólo quería una cosa; que mis hijos no se enterasen jamás de lo que pasaba. Siempre he tenido esa preocupación, que mis hijos no se enteren, que no sufran.”

“Mis hijos me pidieron que dejara todo cuando me pusieron un paquete-bomba durante la primera tregua, en 1999. Lo pusieron en el buzón. Mis escoltas lo descubrieron y lo trasladaron a una comisaría. Tardaban mucho en volver y me llamó el presidente de mi partido, Carlos Iturgaiz. Él me dijo que era un paquete-bomba. La noticia iba a hacerse pública en las noticias. Me indigné mucho porque iba a afectar mucho a mi familia y no hubiese querido que se enterasen. Mis hijos, mis hermanos, estaban en sus lugares de trabajo, mi padre aún vivía”.

“Tuve que llamarles a todo correr, antes de que se enterasen por la televisión. Vinieron corriendo a mi casa,  y allí se encontraron con la alcaldesa, la Guardia Civil,… Entonces fue cuando mis hijos se asustaron y me dijeron: ama por favor deja todo esto, pero yo les dije: yo no puedo retirarme. El aita dio la vida y yo voy a seguir lo que él dejó. No os preocupéis, yo voy a seguir. Nunca jamás me han vuelto a decir nada. Entonces sí se asustaron muchísimo. Yo nunca les volví a contar nada. No sabían que antes de eso habían estado poniendo casi todos los días una olla grande al lado del buzón para asustarme”.

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