El 4 de junio de 2000, Carmen Hernández quedó viuda tras asesinar ETA a su marido Jesús Mari Pedrosa, concejal por parte del Partido Popular en el Ayuntamiento de Durango (Bizkaia). Carmen Hernández, que después del asesinato de su marido sintió el vacío y se esforzó en alejarse de los sentimientos de odio, ha llegado a reunirse con el asesino de su marido y perdonarlo cuando éste le mostró su arrepentimiento y pidió perdón.

DATOS PERSONALES:

Nombre: María del Carmen Hernández

Situación familiar: Viuda. Dos hijas.

Lugar de procedencia: Durango (Bizkaia).

COLECTIVO: Familiares de víctimas.

HECHOS

- El 4 de junio de 2000, Carmen Hernández quedó viuda tras asesinar ETA a su marido Jesús Mari Pedrosa, concejal por parte del Partido Popular en el Ayuntamiento de Durango (Bizkaia). Pedrosa llevaba 13 años ejerciendo de concejal en la localidad vizcaína, hasta que un día ETA decidió asesinarlo a sus 57 años cuando volvía a casa de su ronda de poteo.

- El edil, que había renunciado a la protección de escolta, había recibido varias amenazas durante los últimos tres años de su vida, pero renunció a marchar del pueblo.

- Carmen Hernández, que después del asesinato de su marido sintió el vacío y se esforzó en alejarse de los sentimientos de odio, ha llegado a reunirse con el asesino de su marido y perdonarlo cuando éste le mostró su arrepentimiento y pidió perdón.

CONSECUENCIAS

Intervención de Carmen Hernández en el Congreso sobre la Memoria y Convivencia (Bilbao, 14 de mayo de 2012)

“Soy Carmen Hernández, viuda de Jesús Mari Pedrosa asesinado por ETA. En primer lugar quiero agradecer la oportunidad que me han dado de estar aquí, compartiendo con todos Vds. la historia  del episodio más triste de mi vida, que fue la pérdida de mi marido, porque algunos decidieron quitarle la vida. Voy a hacer un poco de memoria al respecto y también manifestarles algunas de mis reflexiones”.

“Mi marido llevaba 13 años de concejal en el Ayuntamiento de Durango cuando el 4 de Junio del 2000, camino de casa, le mataron de un tiro en la nuca”.

“Durante los primeros años todo iba más o menos bien pero entre 2 a 3 años antes de matarle, empezaron las amenazas en la calle y seguido el acoso de forma más directa. Venían a casa un día sí y otro también. Nos empapelaban la escalera con dianas, traían pancartas que dejaban colgadas con velas que dejaban encendidas, nos tiraban piedras a las ventanas y leían misivas. Por la calle a mi marido le llamaban carcelero, entre otras cosas, y… un largo etc. Chavalillos del Instituto que está enfrente de casa, en los recreos venían con las pancartas de presos”.

“También tengo que decir que la policía no aparecía cuando esto ocurría o llegaba siempre tarde”.

“Nuestra vida familiar era bastante triste debido a lo que sucedía y que cada una de nosotras (tengo dos hijas), iba haciendo frente como podía. Se siente soledad ya que la gente parecía acostumbrada a ver ese tipo de situaciones, sin que ello llegase a alterarles o afectarles”.

“Sufrí mucho por esa pasividad de la gente, viendo que vecinos, personas con las que has crecido… dejan de saludarte, se manifiestan delante de tu casa, etc. Cosas que parecía imposible que ocurriesen en la realidad”.

“Al principio te haces un poco fuerte y vas afrontando el día a día sin pensar demasiado porque todo parece una pesadilla. Al final vas sintiendo miedo, mucho miedo, aunque nunca esperas que te va a tocar a ti”.

“Posiblemente su vida, nuestra vida, no era muy diferente de las otras muchas víctimas de terrorismo. Vidas normales, sencillas volcadas en nuestras familias y con la esperanza de conseguir una mejor vida para ellas y para nuestra sociedad”.

“Creo que entre las víctimas que hemos sufrido similares tragedias y vivencias, aunque veamos las cosas de muchos modos o maneras, hay ciertas cuestiones en las que pienso que hemos estado de acuerdo. Hemos creído en la libertad, la justicia y en el derecho, nunca en la violencia, en el terror o la tiranía”.

“Fue por la radio que me enteré del suceso, ya que a esa hora estaba en casa y estaba sola. Pararon la programación para dar la noticia. Aunque en el primer momento no dijeron nombre, por los datos que dieron, yo supe que se trataba de Jesús Mari. Estaba yo sin reaccionar cuando llegó mi hija pequeña y volvieron a dar la noticia, esta vez con el nombre. Así se enteró ella”.

“Como pude, llamé a la otra hija que vivía al lado, para decirle que viniese a casa, que habían matado a su padre. Ella quiso correr para donde había ocurrido, pero la gente no dejó que se acercara. Así es que cuando vino la policía con la noticia ya estábamos enteradas”.

“La sensación que se siente es imposible de explicar. La angustia te ahoga, sientes rabia, indignación, impotencia. Las preguntas se agolpan. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con qué derecho le han quitado la vida? Nada tiene respuesta. Todo es un absurdo”.

“Después del suceso me sentí desbordada por la gente que se acercó, aunque en esos momentos no era consciente de lo que pasaba. Es un acoso de medios de comunicación. De repente has dejado tu anonimato y eres centro de atención”.

“Cuando todo fue volviendo a la normalidad, personas que al parecer no se habían percatado hasta tal punto de lo que sucedía, me han acompañado, otras han lamentado no haber estado en los momentos difíciles”.

“¿Cómo afrontar esto? Me prometí ser fuerte por mis hijas, para que ellas se sintiesen mejor. Sentía que tenía que ser en cierto modo el timón de la familia. Este hecho nos ha unido más pero ha cambiado nuestras vidas, no solamente por frustrar los planes de futuro. Nada vuelve a ser lo mismo y me refiero a que al no ser una muerte natural sino brutalmente arrebatada, no la aceptas. Simplemente  aprendes a vivir con ello. Es que… lleva otras cosas adheridas aparte del vacío, que lo vivimos con cada persona querida que nos falta”.

“Al principio resultaba duro salir a la calle y en un pueblo como era entonces Durango que nos conocíamos la mayoría, encontrarse con personas que han tratado de hacerte la vida imposible. Resultaba difícil. Tuve que empezar por los extrarradios del pueblo. Con el tiempo fui acercándome al centro y más tarde a los lugares que recorría con mi marido. He luchado para salir adelante, buscando la ayuda que he necesitado”.

“Aparte hice un esfuerzo para seguir con las cosas que hacía y que me aportaban cierto ánimo, entre otras, continuar con mi trabajo voluntario como secretaria de la ONG Bateginez, en la que vengo trabajando desde hace unos 16 años. Después llegaron mis nietitos, que han sido mi mayor alegría en este tiempo. Más tarde seguí retomando otras actividades que tenía”.

“He escrito mucho a modo de terapia para vaciar la mente de contenidos que me hacían daño, sobre todo en las noches. Soy creyente y agarrarme a mi fe, también me ha ayudado mucho. Desde esta convicción y por mi manera de ver las cosas, tuve claro desde el primer momento que tenía que ser capaz de perdonar, para sentirme bien conmigo misma. En mi reflexión siempre he pensado que el perdón no es una obligación, ni es el olvido, sino que es un acto que libera”.

“Referente a esto, creo que es muy particular, algo de cada uno y no adjudicable al hecho de ser creyente o no, puesto que cualquiera puede perdonar, según lo sienta. De lo que sí estoy segura es de que el odio y el resentimiento hacen daño a uno mismo más que al agresor”.

“Se oye hablar de llegar a alcanzar paz y reconciliación. Sobre esto yo pienso que lo que realmente necesitamos es tener una convivencia pacifica y respetuosa entre una sociedad plural como es ésta”.

“También parece que hay como demasiada prisa por parte de diversos sectores en normalizar la situación de este país. En mi modesta opinión creo que hay que ir pasito a pasito, debido a que ha sido una historia de muchos años de sufrimiento y reconducir odios, educar en valores y respetar al otro como persona, llevará su tiempo. Porque, entre otras cosas, lo que ha fallado ha sido el reconocimiento del otro como ser humano, como persona”.

“A veces me viene a la memoria algo de lo que decía entre otras cosas Joseba Arregi”:

‘Una narrativa para los tiempos de terror que hemos vivido exigirá enfrentarse con esta historia en la que todos hemos sido actores. Enfrentarse seriamente con esta historia preguntándonos qué hemos hecho, dónde hemos estado a lo largo de estos 50 años’.

“Pienso que de lo que se trata primordialmente es de que haya justicia a la hora de analizar las cosas que han pasado. Ha sido muy fuerte que en vez de defender las ideas políticas con la palabra, hayan estado amedrentando, secuestrando y matando durante tantos años. Aprender de los errores del pasado para construir el futuro. Es lo que necesitamos. Y a esa tarea deberemos contribuir todos, si queremos alcanzar esa convivencia que tanto anhelamos”.

“De cualquier forma, parece notarse otro ánimo entre la gente, hay, otra ilusión. Inquietud quizás en grupos sociales que están trabajando duro tratando de ayudar, buscando puntos de encuentro.
Se ha abierto una puerta a la esperanza y habrá que aunar esfuerzos”.

“Creo que hay que seguir trabajando, en el reconocimiento de todas las vulneraciones de derechos humanos acaecidas en este país y que aún no se han llevado a cabo, cumplimientos con los mismos derechos a la verdad, justicia, reparación y memoria de una forma equitativa”.

“Estaría bien que llegase un momento en el que todos nos pudiésemos unir a favor de algo y no en contra de nada. La sensación que queda es que hay mucho por hacer”.

“He tenido ocasión de escuchar la historia de una persona de ese mundo del terror. Una historia muy triste. Estuve nerviosa en un principio,  aunque  ella (me refiero a la persona) estaba peor. Yo tenía un montón de preguntas que hacer… como, ¿qué pasaba por su cabeza antes y después del atentado? ¿Podían dormir? Es que las personas para ellos dejan de serlo, cuando tienen el listado de lo que deben hacer”.

“Resumiendo: Esta persona había hecho su proceso de reflexión y estaba muy arrepentida. Esto es lo positivo del caso. El daño que hizo no tiene vuelta de hoja y el sufrimiento que ha causado tampoco, pero al estar en la calle tendrá que seguir con su vida e intentar reinsertarse en sociedad de alguna manera”.

“Su trabajo y la familia son su dedicación en este momento. Yo le animé por ello. Ojalá todas las personas que están en la cárcel pasaran por este proceso de reflexión y arrepentimiento”.