En mayo de 2006 la policía le informa de que su nombre ha aparecido en unos papeles interceptados a un comando de ETA.

DATOS PERSONALES:

Nombre:  No quiere que figure su nombre.

Edad: -

Profesión: Policía municipal en una localidad de Gipuzkoa.

Situación familiar: Soltera, una hija.

COLECTIVO: Perseguidos, amenazados.

HECHOS:

- En mayo de 2006 la policía le informa de que su nombre ha aparecido en unos papeles interceptados a un comando de ETA.

-Lleva trabjando en el mismo cuerpo de policía más de veinte años.

CONSECUENCIAS:

“Llevo trabajando como policía municipal veinticinco años. En mayo del año 2006, nos llamaron a mí y a otros compañeros de la policía municipal para informarnos de que habíamos aparecido en unos papeles de ETA. Mi nombre sale a raíz de que yo, con algunos otros compañeros, estuve trabajando unos meses como escolta de algunos concejales del Partido Socialista”.

“A mí todo esto me afectó muchísimo. Acababa de adoptar una niña unos pocos meses antes de que me avisaran de que aparecía en aquellos papeles. Soy madre soltera. Fue un palo muy gordo. Realmente te asustas, te asustas mucho. Te  pones a pensar y sabes que éstos,  cuando van a por un policía, van a lo que van, no van a darte un susto. Entendí que si me atacaban, probablemente ni lo contaría. Era la niña la que lo iba a sufrir, y es por ella por la que me agobié tanto”.

“Al final lo pasas, o intentas pasarlo. Volví a trabajar, a estar con la misma gente, los mismos compañeros otra vez, cosa que a mí no me tranquilizaba. En el 2007, en las elecciones municipales, me tocó ir a un colegio electoral a supervisar la jornada, y tuvimos un enfrentamiento con gente de ANV. Por esto también tuve que ir a declarar al juzgado. Fue un enfrentamiento muy directo. Yo me vi muy expuesta. Ellos no sabían nada de lo que yo llevaba encima, claro, pero para mí fue definitivo. Me derrumbé. No podía soportar la presión. No quería ir al juzgado a declarar, tenía miedo, no quería exponerme más. Lo pasé realmente mal.”

“Busqué ayuda de alguna asociación de víctimas. Miré por Internet a ver si alguien podía echarme una mano. Me di cuenta de que yo no entraba en la consideración de víctima, sino en la de perseguido. Con lo cual, yo estaba totalmente desprotegida y desatendida. Al final, no sé ni cómo, conseguí hablar con gente de Madrid, y ellos me dieron asesoramiento”.
“Empecé a caer. Estaba deprimida. No prestaba suficiente atención a la cría. Ella no se daba cuenta, pero yo sí, y lo pasé muy mal. Además conseguí ponerme en contacto con la oficina de víctimas del Gobierno vasco. Hablé con Maixabel Lasa, la directora. Ellos me dieron ayuda psicológica”.

“Yo le he dado mucha importancia al hecho de estar sola. Mi hija solo me tiene a mí. A mi familia no le quería decir nada al principio. Luego ya se lo tuve que decir, y se pegaron un susto. Yo siempre he sido muy dura, y cuando me vieron mal se alarmaron”.

“Para mí esto ha sido una fuente de quebraderos de cabeza, de miedo, de angustia, y también de dinero. Me he gastado mucho dinero con la cría, porque ahora no me atrevo a dejarla con cualquiera. Sé que ha pasado tiempo, pero siempre te queda la duda de hasta dónde habrá llegado esa ficha que tenían en un ordenador, porque,  hoy en día, mi nombre puede estar todavía en manos de cualquiera”.

“Lo único que he pedido, que a veces hasta me da vergüenza decirlo, es una tarjeta para poder aparcar y poder ir y venir con mi coche a por la cría, y moverme por las calles. Yo estoy más tranquila andando con mi coche, me muevo más fácil, estoy más tranquila”.

“No he sentido ningún apoyo por parte de los compañeros de trabajo. Tampoco de aquellos que en su día me comunicaron la noticia. Nadie se ha interesado ni por mí ni, según tengo entendido, por el resto de compañeros que aparecimos en aquella lista. Duele mucho la indiferencia de la gente. En mi trabajo no se lo puedo contar a nadie, porque no está bien visto. Hay gente que comulga con los terroristas. Ahora estoy mejor, pero, al principio, el volver a trabajar con esta gente para mí fue muy duro”.

“Todo esto viene a raíz de que, cuando en los años noventa ETA  empieza a asesinar a gente de la política y la cosa se pone más dura, en el ayuntamiento pusieron en marcha unos cursos para formar a policías municipales para hacer servicio de escolta. Yo, que soy muy emprendedora, y siempre me ha gustado aprender cosas, me apunté. Simplemente por inquietud y por estar preparada”.

“Por haber hecho aquel puñetero curso directamente me asignaron al servicio de escolta, porque apenas había gente preparada para aquello. A mí no me gustaba ese trabajo, la verdad, pero tenía que hacerlo y lo hice. Ahí fue donde empezó todo. Los que nos apuntamos al cursillo y luego estuvimos protegiendo a gente, que en mi caso fue por solo ocho meses, quedamos marcados. Los diez u once primeros compañeros que entramos a trabajar como escoltas fuimos los que aparecimos en aquella lista”.

“El problema es que tuvo que ser alguien de dentro de la policía municipal o del personal del Ayuntamiento quien diera nuestros nombres. De hecho, ha habido varios detenidos dentro de la guardia municipal y en ayuntamientos.  En aquella lista de ETA, solo estábamos los que entramos en la primera oleada de escoltas, los diez u once primeros compañeros. Nadie más. Esa información solo la podía tener gente de dentro, no era pública”.

“Todo esto ha afectado a todos los ámbitos de mi vida. Me dieron un certificado médico en el que se indicaba  que yo no podía trabajar con las motos, en tareas de tráfico, porque me sentía muy insegura al estar tan expuesta. He conseguido, independientemente de todo esto y por méritos propios, sin ayuda de ningún tipo, cambiar de puesto de trabajo, pero no es definitivo”.

“Me he sentido ignorada y olvidada. Los que estamos perseguidos no somos nada. No tenemos ninguna ayuda y si quieres conseguir algo, es a base de insistir, volver a contar tu historia a gente que no sabes si realmente le importa. Y después de todo, probablemente ves que,  efectivamente,  no importas. Nadie me ha hecho caso hasta hace muy poco que he empezado a hablar con gente de ZAITU. Hasta entonces me he sentido desprotegida y sola. Me ha costado mucho tomar la decisión de hacer esta entrevista y contar mi experiencia, porque la verdad es que me he sentido muy abandonada por todo el mundo”.