En 1968, María Teresa Castells e Ignacio Latierro abrieron en la Parte Vieja donostiarra la librería Lagun. Desde el comienzo, tuvieron que superar en su negocio la censura franquista y sufrir los ataques de grupos de ultraderecha. En la década de los 80, comienzan a sufrir la violencia de nacionalistas vascos radicales. En el año 2000, cierran la librería como consecuencia del atentado que ETA realizó contra el marido de María Teresa, José Ramón Recalde.

DATOS PERSONALES:

Nombre: María Teresa Castells Arteche

Edad: 76 años (1935).

Profesión: Desde 1968 ha regentado una conocida librería (Lagun) en San Sebastián, junto a Ignacio Latierro.

Situación familiar: Casada. Cuatro hijos.

Lugar de origen: Natural de Busturia (Bizkaia), vive en San Sebastián (Gipuzkoa) .

COLECTIVO: Amenazados.

HECHOS

-En 1968, María Teresa Castells e Ignacio Latierro abrieron en la Parte Vieja donostiarra la librería Lagun. Desde el comienzo, tuvieron que superar en su negocio la censura franquista y sufrir los ataques de grupos de ultraderecha.

-Aproximadamente en la década de los 80, comienzan a sufrir la violencia de nacionalistas vascos radicales, con roturas de cristales, lanzamiento de cócteles molotov o botes de pintura, pintadas de amenaza, e incluso la quema de libros.

-En el año 2000, cierran la librería como consecuencia del atentado que ETA realizó contra el marido de María Teresa, José Ramón Recalde.

-Un año más tarde, en 2001, reabre la tienda fuera de la Parte Vieja, donde nota una mayor tranquilidad y cesan los ataques. Sin embargo, en 2010, vuelven a aparecer pintadas amenazantes contra José Ramón Recalde.

CONSECUENCIAS

“Abrimos la librería en el año 1968 en la Parte Vieja de San Sebastián. Vendíamos libros de todo tipo pero, al parecer, según qué gente, pensaban que eran libros de determinadas ideologías”.

“En su época, los legionarios de Cristo Rey (extrema derecha) nos ponían “¡Arriba España!” o “Fuera nacionalistas” o cosas así, aunque no pasaba de ahí. Excepto un año que nos pusieron petardos con los que destrozaron un poco el escaparate. Pero después con ETA era para meterse en la cama a dormir y no querer saber nada. Todos los días de la Navidad de 1996 nos hicieron algo. Cuando íbamos a la librería estaba con todos los cristales rotos y todo hecho un desastre, con libros quemados incluso”.

“A veces ocurría que se organizaba alguna huelga y yo no hacía huelga. Venían donde nosotros y nos decían que era muy importante que nuestra librería, Lagun, cerrara. Fueron años horribles. Venía la Ertzaintza y se marchaba rápido. Yo les preguntaba por qué se iban, si teníamos que quedarnos vigilando en la tienda toda la noche porque podía entrar cualquiera y robar libros o lo que fuera. Me decían que sus instrucciones eran echar un vistazo y marchar. Mi hijo Andrés estaba muy exaltado. Les dijo que si ponían una bomba en Bilintx (otra librería de la Parte Vieja donostiarra) seguro que encuentrabann al culpable en seguida, pero si la ponían en Lagun no hacían nada”.

“Los ataques contra la librería terminaron en el 2000, porque tuvimos que cerrar. Empezaron más o menos en la década de los 80 y siempre se han sucedido de una forma constante. Incluso hemos tenido ataques estando la librería abierta. En una ocasión, vinieron dos chicos y echaron un bote amarillo y otro rojo. Mi hija pequeña estaba trabajando en la librería y salió corriendo detrás de las manchas de pintura que había dejando los atacantes en el suelo porque, al ser un ataque tan precipitado, se habían manchado los pies. La pintura iba a la sede que tienen ellos en la que se reúnen. Entonces dije que fuéramos a denunciar, como siempre. Se lo contamos a la Ertzaintza pero decían que podía ser aunque no había pruebas. Les dijimos que fueran a mirar las huellas de pintura y nos dijeron que en la Parte Vieja no se podían meter porque les tiraban objetos desde los balcones”.

“Era necesario que tomáramos algún tipo de protección por los ataques a la librería, pero la Ertzaintza decía que no podía estar a la noche. Cuando la librería ya estaba dañada pensábamos que, por lo menos hasta que la arregláramos poniendo unos cristales, unos maderos, la Ertzaintza estaría”.

“Pese a que fueron muchos años de constantes ataques contra nuestro negocio, nunca pensé en dejarlo. Alguna vez quizá sí pensé en que era mejor marchar de la Parte Vieja de San Sebastián. Cuando mi marido José Ramón Recalde sufrió el atentado (ETA le disparó un tiro que lo dejó gravemente herido) la situación cambió. Vimos que la cosa era muy seria y cerramos la tienda en la Parte Vieja. Casi un año después la reabrimos fuera de la Parte Vieja, en otra calle céntrica de San Sebastián. Era una zona más tranquila y, aunque era céntrica, pasa menos gente. La situación ha cambiado para mejor y ya no hay ataques. Es un sitio muy bueno porque está cerca de las sedes del PP y del PSOE y los ertzainas trabajan más cerca que de la Parte Vieja. Está más a la vista”.

“Cuando nos atacaban la tienda nos rompían cristales, cuando había huelga nos rompían la cerradura para que no pudiéramos entrar, nos echaban algún inflamable, nos echaban pintura de color rojo y amarillo… También aparecieron pintadas amenazantes en contra de mi marido y del gerente de la tienda, Ignacio Latierro”.

“Hubo una ocasión en la que entraron en la tienda e hicieron una pila con libros que quemaron. Fue una noche y yo no lo vi porque estaba en la cama. Me han contado que los quemaron fuera de la tienda, en la parte porticada de la plaza, y que comenzaron a hacer como un baile”.

“Los ataques violentos a la tienda hacían que a veces se formara cola en la tienda. Esa vez que quemaron bastantes libros se hizo una cola de personas que querían llevarse libros quemados, que no se podían ni leer. Yo misma me extrañaba de que hubiera tanto entusiasmo. Eran detalles que en ese momento salieron al aire. Sentimos muchísimo apoyo de la gente y en ningún momento nos sentimos solos. Un profesor de instituto cogió el libro más quemado y lo puso en su instituto para decir lo que nunca se debe hacer con los libros. Lo enmarcó y lo colgó”.