El 14 de septiembre de 2000, ETA atentó contra José Ramón Recalde. En la puerta de su casa le esperaba un terrorista armado con una pistola que le disparó un tiro que le atravesó la boca. Catorce días después del atentado recibió el alta del hospital pero, a día de hoy, sigue sufriendo inflamaciones en la boca y tiene dificultades al hablar.

DATOS PERSONALES:

Nombre: José Ramón Recalde Díez

Edad: 81 años (1930)

Profesión / Cargo: Catedrático de Derecho en una facultad de Empresariales y abogado en ejercicio. / Formó parte del Gobierno vasco como Consejero de Educación, Universidades e Investigación (1987-1991) y Consejero de Justicia (1991-1995).

Situación familiar: Casado. Cuatro hijos.

Lugar de procedencia: San Sebastián (Gipuzkoa)

COLECTIVO: Políticos.

HECHOS

- El 14 de septiembre de 2000, ETA atentó contra José Ramón Recalde. En la puerta de su casa le esperaba un terrorista armado con una pistola que le disparó un tiro que le atravesó la boca. Catorce días después del atentado recibió el alta del hospital pero, a día de hoy, sigue sufriendo inflamaciones en la boca y tiene dificultades al hablar.

- Además de sufrir el atentado, José Ramón Recalde ha sido amenazado en numerosas ocasiones con pintadas y ataques contra la librería que regentaba su mujer, María Teresa Castells.

CONSECUENCIAS

“Nunca he tenido una vida tranquila. Primero estuve en la cárcel por luchar contra la dictadura de Franco, cuando fui maltratado y torturado. Luego, ya en la democracia, al ser miembro del Gobierno vasco siempre ha habido cierta vigilancia sobre mí por la amenaza de ETA. Todo esto se quiebra cuando sufrí un atentado, el 14 de septiembre del año 2000. Me pegaron un tiro en la boca justo debajo de mi casa, al volver de acompañar a mi mujer de su trabajo en la librería que regentaba. Desde entonces he tenido una protección y vigilancia sobre mí algo mayor”.

“Cuando entré en el Gobierno vasco fui más consciente de que era una persona vigilada. Era un tipo de observación que tenía porque era lo esperable, no porque yo me sintiera vigilado. Aunque el atentado no era imprevisible, sí fue una sorpresa. Es algo que uno no se espera, aunque calcula que le puede ocurrir. Ese mismo año mataron cuatro de mis amigos y colaboradores: Fernando Buesa, Juan Mari Jauregi, Ernest Lluch y José Luis López de Lacalle. Fue un mal año”.

“Cuando sufrí el atentado ya no estaba en el Gobierno vasco. Era profesor emérito en la facultad de Empresariales donde daba algunas clases. A partir de que recibiera el tiro tuve que retirarme. Podríamos decir que me jubilaron”.

“Como era miembro del gobierno tenía un coche oficial con escolta, pero no era una vigilancia continua. Era solamente para ir y volver del gobierno. La escolta continua la he tenido después del atentado. Igual antes se podía haber hecho un cálculo de mi riesgo, ya que yo no lo hacía. Pero pasó así, de llevar una vida relativamente cómoda a llevar otra mucho más agobiada. Aunque debo decir que no tengo nada contra los escoltas, porque hasta tengo una relación de amistad con ellos e incluso mi mujer y yo hemos estado en casa de uno de ellos en Galicia”.

“De vez en cuando recibíamos un informe, con cierta censura, por parte del Consejero de Interior porque ya sabía que el coche de la escolta nos dejaba en casa y, después, nosotros salíamos a la calle. No teníamos escolta las 24 horas del día. En consecuencia, llevar la protección de escolta no me afectaba en mi vida personal, sino como algo correspondiente al grado que tenía yo como miembro del Gobierno vasco. Ahora no es así. Sigo teniendo escolta, pero para cualquier acción que tenga que hacer fuera de casa tengo que llamarle al escolta. Y yo cumplo. Hay alguno que no cumplió y le salió mal, como a un concejal socialista del Ayuntamiento de Orio. Alguna vez, después de que le dejara el escolta, bajaba a jugar a las cartas o a tomarse un café con los amigos. Eso lo descubrieron los asesinos y lo asesinaron”.

“Cuando sufrí el atentado no tenía ninguna protección de escolta, porque dejé de tenerla cuando salí del gobierno. Sucedió que el día del atentado yo había ido a buscar a mi mujer a la librería donde trabajaba. Subí con ella las escaleras que llevan a la entrada de mi casa y, cuando llegué con ella a la puerta, me encontré con un agujero negro que marcaba la circunferencia del cañón de una pistola. Lo primero que sentí luego fue el tiro. Entonces me volqué sobre mi mujer, entre otras cosas, para evitar que corriera riesgo”.

“Mi mujer me preguntó a ver qué había pasado. Yo, que a pesar de tener el tiro en la boca, pude hablar durante varias horas y le dije que había sido un tiro. Ella no sabía a quién le habían disparado y le dije que había sido a mí. Incluso con el tiro en la boca, subí las escaleras hasta el primer piso de mi casa y le dije a mi mujer el teléfono al que tenía que llamar y, luego, que avisara a mis hijos. Después fue cuando pensé que podía ser que me muriera. Mi mujer se dio cuenta y me dijo de un tiro en la boca no se muere nadie. En medio de la desgracia, tuve cierta suerte, porque mucha gente muere de un tiro en la boca”.

“La persona que me disparó lo hizo una sola vez y desapareció. Eso no era habitual. Lo normal era que rematara. No la pude ver pero, al parecer, me han dicho que hay un acusado del que no me acuerdo de su nombre. Decían que podía ser algo novato y, en consecuencia, se asustó al disparar”.

“Mi mujer también tiene otra teoría. Teníamos una perrita pequeña que era ‘anti-guardián’, porque no ladraba a los vecinos, sino a nosotros cuando llegábamos para darnos la bienvenida. Quien me disparó me estaba esperando y, al parecer, no le había ladrado. Cuando llegamos nosotros nos ladró, justo en el momento en el que me pegaron el tiro. El pretendido asesino se debió asustar y por eso salió corriendo”.

“Como consecuencia del atentado, me destrozaron la mandíbula y me lesionaron la lengua hasta el punto de que no puedo hablar con normalidad tampoco a día de hoy. Eso me ha quedado como una secuela. También como secuela me queda que prácticamente todos los meses, una o dos veces al mes, se me hincha el maxilar inferior, las encías. En su momento, la intervención fue muy grave, aunque yo no me enterara”.

“Estando ya a punto de retirarme y retirado por el tiro que me dieron, he seguido escribiendo para periódicos, he dado alguna conferencia pese a la dificultad que tengo al hablar y he participado en acciones de colaboración por la democracia”.

“Además del atentado he sufrido otras situaciones muy violentas, por ejemplo, en la librería que regentaba mi mujer con otro socio. Ahí hubo muchas agresiones. Es una librería que le pasa un poco lo que me pasa a mí: que primero se manifestaba contra Franco y luego ha sufrido el ataque de ETA. Contra Franco mi mujer incluso promovía piquetes de huelga, que a veces eran unipersonales porque se quedaba ella sola como piquete unipersonal para ir a los comercios de la Parte Vieja de San Sebastián y pedir que cerraran justo porque iban a ejecutar a dos personas por pertenencia a ETA (Txiki y Otaegui). Nosotros hemos sido contrarios a Franco y, desde luego, también a la pena de muerte. En ese momento la librería sufría ataques de grupos ultraderechistas que apedrearon los cristales de la librería. Pero nada de eso se puede comparar a los ataques que ha sufrido la librería cuando ha sido perseguida por ETA”.

“Creo que en el año 1996, desde el día de Navidad hasta el de San Sebastián (20 de enero) sufrieron como 20 ataques por roturas de cristales, por pintura sobre los libros, pilas de libros quemados… Incluso ahora, que da la impresión de que ETA está derrotada sobre todo por el estado democrático, hace menos de un año apareció una pintada en el cristal del escaparate de la librería con una diana anunciando una amenaza de muerte dirigida a mí que decía RIP José Ramón Recalde. Se ve que algunos no se han olvidado”.

“Sé que ha habido algunos estudios sociológicos en los que se ha dicho que a mucha gente no le gustaría tener como vecino algún político que ha sufrido algún atentado y que tenga escolta. En mi caso no ha sido así. La reacción ha sido buena y además yo les tengo mucho cariño. Sí me siento un poco agobiado por tener que estar con escolta para todas las cosas, pero nada más”.

“Yo no he cambiado ni tampoco he tenido nunca miedo. No me he reconciliado con los asesinos que me pegaron el tiro. Tampoco me preocupo de saber quiénes son. Procuro vivir con distancia respecto de ETA, aunque creo que el fenómeno de ETA es gravísimo para España y para el País Vasco y, por ello, hay que pensar en cuándo ya definitivamente desaparecerá esa banda criminal. Por lo demás, mi actuación personal es de verlo con cierta no indiferencia, sino con cierta distancia”.

“He calculado que es posible que pudiera volver a sufrir un atentado, aunque no lo espero. Lo mismo me pasó antes, cuando calculaba que podía ocurrirme pero no lo esperaba”.

“El arropamiento de la sociedad tras el atentado fue muy amplio. Hubo una importante manifestación, por lo que me contaban, en la que participaban mi mujer y mis hijos y muchas miles de personas en San Sebastián. Fue un acto que generó una gran repulsa”.

“Según me informaron hace unos meses, ahora se ha reabierto el sumario de mi caso porque había nuevas pruebas que incriminaban a tres miembros del comando. No me acuerdo cómo se llama quien me disparó. Si lo consultara podría saberlo, pero no me interesa. La dirección del comando, se le atribuye a ‘Txapote’, según dice la acusación”.

“El motivo por el que creo que decidieron atentar contra mí es que había sido miembro del Gobierno vasco, porque había sido un político socialista y porque había escrito siempre contra la violencia, aunque hubiera defendido en la época de Franco a los que podían sufrir la pena de muerte por la violencia. Cuando atentaron contra mí, en el año 2000, mi época de político había pasado. Mi biografía parecía ya bastante cumplida. Al parecer ha habido un colofón importante después”.