El 20 de marzo de 2001, ETA asesinó al padre de Josu Elespe, Froilán, convirtiéndolo en el primer concejal socialista asesinado por la banda terrorista. El edil se encontraba tomando algo en un bar antes de ir a comer a casa cuando un terrorista entró y le disparó por la espalda.

DATOS PERSONALES:

Nombre: Josu Elespe

Edad: 36 años (1975)

Profesión: Jefe de contrato en empresa privada.

Situación familiar: Casado. Una hija.

Lugar de procedencia: San Sebastián (Gipuzkoa).

COLECTIVO: Familiares de víctimas.

HECHOS

- El padre de Josu, Froilán Elespe era teniente de alcalde por el PSE-EE en la localidad guipuzcoana de Lasarte-Oria desde que se fundó el municipio en 1987.

- El 20 de marzo de 2001, ETA asesinó Froilán Elespe, convirtiéndolo en el primer concejal socialista asesinado por la banda terrorista. El edil se encontraba tomando algo en un bar antes de ir a comer a casa cuando un terrorista entró y le disparó por la espalda.

CONSECUENCIAS

“El 20 de Marzo de 2001, a las 14:40 horas, ETA asesinó de un tiro en la nuca a mi padre en el interior de un bar de Lasarte-Oria (Gipuzkoa). Mi padre había parado en el bar para comprar tabaco y tomar algo antes de ir a comer a casa. Un joven se acercó por detrás y le disparó un tiro en la nuca mientras otro esperaba fuera para salir huyendo. Mi padre falleció en el acto. El único testigo, el camarero del bar, se encontraba de espaldas a mi padre. Mi padre era teniente alcalde del PSE en este municipio desde su constitución en 1985 (no sé la fecha exacta). Nunca había recibido amenazas, que supiéramos, y nunca se sintió verdaderamente amenazado”.

“En aquella época ETA atentaba contra cargos políticos del PP principalmente, y mi padre fue el primer concejal del PSE asesinado. Desde de esa fecha, todos los cargos electos del PSE comenzaron a llevar escolta. En el año 2001 gobernaba en España el PP y en Euskadi el PNV. La situación era de una enorme tensión y distancia política entre partidos, a costa del terrorismo principalmente. Los partidos políticos estaban muy divididos, y esa división entre nacionalistas vascos y no nacionalistas se reflejó en los actos de condena y rechazo posteriores al asesinato de mi padre. En cierta manera, unos usaban el terrorismo y sus consecuencias como arma política, y otros ignoraban enormemente las consecuencias de dicho terrorismo”.

“Recuerdo perfectamente que el día del atentado me encontraba en Ataun. Recibí una llamada telefónica de un amigo diciéndome que se había producido un atentado en Lasarte en el que mi padre estaba involucrado. No me dio más detalles. Llamé a casa y el teléfono comunicaba. Al montar en el coche la radio me confirmó que efectivamente se había producido un atentado contra mi padre, y que había fallecido. El trayecto hasta Lasarte lo recuerdo como una pesadilla, con una gran sensación de irrealidad. Llegué al pueblo y me lo encontré acordonado. Lo que decía la radio era cierto, acababa de entrar en el infierno”.

“Mi vida desde aquel día dio un giro de 180 grados. Tras las primeras semanas de confusión, y al enfrentarte con la realidad de lo ocurrido aparecieron sentimientos desconocidos por mí: rabia, rencor, frustración, ansiedad. Anduve mucho tiempo perdido y sin rumbo. Desorientado con mi vida, aterrado con lo que tenía por delante y obligado a tirar de un carro que no podía dominar”.

“Por aquella época yo tenía 25 años, había vuelto de Inglaterra cargado de ilusiones, tenía proyectos, y ETA me destrozó todo eso”.

“Abandoné el trabajo y empecé un curso de postgrado. Necesitaba tener una rutina que no me permitiera pensar. Finalicé el curso y empecé pronto a trabajar. Estuve 3 o 4 años cambiando de trabajos, no encontraba la satisfacción en ninguno cuando en realidad el insatisfecho era yo mismo”.

“A nivel familiar encontré mucho apoyo, especialmente con la que entonces era mi novia y ahora es mi mujer y madre de mi hija. Me refugié en amigos y familiares, personas de mi confianza que vivieron el asesinato de mi padre desde el primer día. Me aislé de mucha gente, y solo encontraba consuelo huyendo con los viajes que siempre me gustaron, pero que desde aquel día se convirtieron en necesidad”.

“Viví muchos años condicionado por los lugares a los que iba y por la gente que iba conociendo. Con todo, he tenido la inmensa fortuna de conocer a personas de una altísima calidad humana que nos prestaron su apoyo y comprensión en los peores momentos. Gente anónima que se sitúa por encima de la media en esta sociedad vasca tan compleja y contradictoria. Aún recuerdo la inmensidad de telegramas y cartas de apoyo que recibimos las primeras semanas, y que tanto nos reconfortaron con el ser humano”.

“ETA me convirtió durante 3 o 4 años en un amargado, resentido con la vida, e insatisfecho niñato inmaduro. Tuve que pasar de joven a hombre sin plazos y sin periodo de adaptación”.

“Decidí enfrentarme a la realidad de lo ocurrido. Opté por meterme en el pozo, en el fango, con todas las consecuencias, para poder salir luego liberado”.

“Mi vida durante esos años fue como una travesía por el desierto sin agua ni brújula. Racionalmente me propuse dejar de odiar a los asesinos de mi padre y a su mundo, por razones éticas, pero también por una cuestión personal, pues el odio a quien hace daño y enferma es a uno mismo. El odio me frenaba y me impedía volver a ser el que era antes del atentado”.

“A día de hoy, no odio a los asesinos de mi padre ni a su mundo. Logré situarme por encima de su odio, y esto supuso una gigantesca satisfacción y liberación personal. Mi vida no es la que era, ni yo soy el que era. Los años oscuros sirvieron para digerir toda esa rabia y frustración, para fortalecerme, relativizar los problemas, y valorar a las personas y a la vida”.

“Me encuentro bien, hay asuntos pendientes que espero vencer con el tiempo. Todos estos años me han permitido madurar y asentar mis principios. He hecho cosas y vencido miedos que nunca pensé que sería capaz. Me he enfrentado a un hecho traumático y creo haber salido victorioso”.

“Llevo una vida tranquila que me llena, disfruto de mis aficiones, con un trabajo estable, y una familia y amigos magníficos a los que aprecio y a los que estoy enormemente agradecido por su ayuda”.

“No me siento victima de nada. No me gusta el término, ni estoy dispuesto a cargar con este calificativo durante el resto de mi vida. Sigo viviendo en Euskadi. No me condiciona vivir donde vivo ni ver lo que veo. Sigo viajando, pero sin tantas urgencias”.

“Quiero vivir 100 años, ya no tengo ansia por recuperar el tiempo perdido. Pienso que los años de tinieblas me sirvieron para ser lo que soy ahora”.

“Tengo una niña de 2 años. Ella es mi presente y mi futuro. Quiero que crezca feliz y contenta, que no lo haga condicionada por lo que vivió su padre. Mi mejor legado y aportación a la lucha contra la violencia en Euskadi es y será educarla en el respeto al diferente y en la ausencia de odio. Este es mi objetivo, y como conseguí ganarle la batalla del odio a ETA, conseguiré contarle algún día a mi hija lo que le pasó a su abuelo con orgullo y serenidad en los ojos, y conseguiré transmitirle a mi hija la idea de que la vida es maravillosa. La misma idea que siempre vi en la mirada y en la sonrisa de mi padre”.